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Así era Pitita Ridruejo, mucho más que la socialité que veía a la Virgen

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    Silvia Armesto

    A Esperanza Ridruejo Brieva la conocía todo el mundo como Pitita, un mote infantil que le pusieron sus hermanos, con los que jugaba de niña a llamarse cosas raras. Natural de Soria, hija del banquero Epifanio Ridruejo y sobrina segunda del poeta falangista Dionisio Ridruejo, Pitita no fue una niña bien al uso de la sociedad franquista, católica y romana.

    Además de estudiar en un buen colegio de Madrid, La Asunción, estuvo en un internado en Inglaterra y aprendió Literatura Inglesa en una universidad suiza, base cultural que marcaba la diferencia con las damas de la España rancia del momento.

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    Pitita fue trasgresora sin saberlo, porque aparte de tener mucho mundo y una cultura cosmopolita, era una católica sincera, practicante y devota, además de exquisitamente educada. Su peinado recogido hacia atrás con volumen y su perfil han sido más de cariátide helena que de española de Soria. Cosas especiales de Pitita, que casualmente se casó en 1957 con un joven de apellido griego y miembro de la buena sociedad filipina, Mike Stilianopoulos, con el que se instaló en Manila hasta que el dictador Marcos le nombró embajador en Londres y otras capitales europeas.

    En Londres, Pitita tomaba el té con la reina Isabel II; en Roma, Fellini le pidió que apareciera en una de sus películas; en Marbella, de la que fue junto a su marido una de las descubridoras de aquel pueblecito de pescadores, se reunía con los Rotschild, Thyssen y con la duquesa de Alba en unos veraneos relativamente sencillos, que nada tenían que ver con los oropeles de los jeques árabes que transformaron Marbella en un parque temático de exhibición y lujo.

    Madre de tres hijos, se malogró su embarazo de gemelos, una pérdida que la acercó más a su mundo interior y a la fe en Dios.

    Pitita creyó en las apariciones de la Virgen en El Escorial y ella misma contaba que había sido testigo de su presencia en una experiencia inolvidable.

    Después de sus distintas estancias por el mundo, Pitita y Mike se instalaron en su caserón de la calle de La Bola en Madrid, al lado del Senado, donde recibían como nadie y hacían una vida social elegante pero discreta, como ellos mismos.

    Sin embargo, Pitita fue también mediática, cercana y amable con la prensa, sencilla y abierta. Aparecía en las listas de las mujeres mejor vestidas de España pero en sus entrevistas hablaba tanto de sus experiencias místicas como de su amistad con la princesa Margarita de Inglaterra.

    La muerte en 2016 de Mike, su marido, la sumió en una profunda tristeza. Pitita desapareció casi por completo de la vida pública y empezó a perder el interés por vivir, apenas comía, se movía poco y su mente vagaba por su interior en silencio. Ha muerto este lunes, rodeada de los suyos en un adiós apacible y esperado.