
La Fed decidirá este jueves si activa una nueva ronda de estímulos cuantitativos en EEUU. La institución se encuentra preocupada por la debilidad del crecimiento y del mercado laboral.
George Bush culpó de su derrota en las elecciones de 1992 al entonces presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan. Le acusó de no haber hecho lo suficiente para reactivar la economía, que siguió así en un letargo que, a su juicio, influyó en el voto de los estadounidenses, que dieron la victoria al demócrata Bill Clinton.
Caprichos del destino, 20 años después los republicanos imploran que el sucesor de Greenspan, Ben Bernanke, se quede quieto y no envíe nuevos estímulos antes de los comicios del próximo 6 de noviembre. Vamos, le piden que no se entrometa, porque entienden que eso podría favorecer a Barack Obama.
Esta presión, marcada por la proximidad de las elecciones, añade el picante a la ya de por sí relevante reunión que la Reserva Federal celebrará los días 12 y 13 de septiembre. Sobre la mesa, y para enfado de los republicanos, la posibilidad de que Bernanke active una tercera ronda de impresión de dólares o estímulos cuantitativos (QE3). El banco central norteamericano no descarta esta opción ante la atonía que sigue mostrando la economía norteamericana. Acumula ya dos trimestres sin crecer por encima del 2%, aunque sobre todo lo que más preocupa es la debilidad del mercado laboral.
En el reciente simposio de banqueros centrales de Jackson Hole, Bernanke no dudó en reconocer que la mejoría del mercado laboral está siendo "dolorosamente lenta". Los datos explican esa impotencia, puesto que la tasa de paro se encuentra en el 8,1%, por encima de su media histórica de los últimos 50 años, situada en el 6,1%.
Preparado para actuar
Con estos ingredientes, el presidente de la Fed reiteró también en Jackson Hole que "no hay que descartar el uso de más medidas no tradicionales" y que, por tanto, "proveerá los estímulos que sean necesarios para promover una recuperación económica más fuerte". Se mostró, por tanto, dispuesto a poner en marcha de nuevo la imprenta de dólares. Sería la tercera vez que lo hace durante esta crisis.
Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, inyectó 1,725 billones de dólares con la compra de deuda hipotecaria y pública. Posteriormente, entre noviembre de 2010 y junio de 2011 imprimió 600.000 millones de dólares adicionales con la adquisición de deuda pública.
Además, Bernanke no está solo en esta cruzada. Según recogieron las actas de la última reunión, la que tuvo lugar los días 31 de julio y 1 de agosto, "varios miembros de la Fed indicaron que los estímulos adicionales podrían impulsar una mejoría más rápida de las condiciones en el mercado laboral en un contexto sin presiones inflacionistas". Y remacharon: "La mayoría de los miembros juzgaron que la adopción de nuevas medidas monetarias expansivas estaría garantizada a corto plazo salvo que la información que se reciba refleje un sustancial y sostenible fortalecimiento de la recuperación económica".
Sin embargo, la carrera electoral puede mediatizar la decisión de la Fed. Ante sí, Bernanke tiene un dilema. Debe dilucidar si la debilidad económica es tan grave que la adopción de estímulos tiene que ser inmediata, indiferentemente del calentario electoral, o si, por el contrario, las medidas adicionales pueden esperar a que pasen los comicios.
"La proximidad de las elecciones y los diferentes enfoques sobre la gestión de la política monetaria que tienen los dos grandes bloques políticos en EEUU podrían retrasar la adopción de medidas extraordinarias como las que se están planteando en la actualidad", apuntan desde Banif.
Impacto menguante
Los mercados financieros estarán expectantes ante lo que resuelva finalmente la Fed. Primero, porque la última intervención de Bernanke y la publicación de las actas de la reunión de agosto han sido interpretadas como la antesala del QE3, por lo que se han hecho ilusiones de que este llegará en septiembre. Y segundo, porque los anteriores estímulos cuantitativos han aportado el combustible precios para impulsar, principalmente, los activos con riesgo, como la bolsa y las materias primas.
Durante el QE1, vigente entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, la bolsa estadounidense y el oro se anotaron subidas superiores al 35%, escalada que en el caso del petróleo rozó el 54% -ver gráfico-. Los avances volvieron a ser de dos dígitos durante el QE2, que estuvo vigente entre noviembre de 2010 y junio de 2011, con revalorizaciones comprendidas entre el 10 y el 15% en las acciones norteamericanas, el oro y el crudo.
En ambas rondas, el euro se apreció contra el dólar -un 4,3 y un 3,3%, respectivamente-. Al mismo tiempo, y de forma paradójica, las ventas de bonos se impusieron, impulsando así las rentabilidades pese a que, precisamente, la Fed estaba comprando en paralelo bonos en el mercado.