
Recientemente hemos observado cómo los mercados de deuda pública pueden volverse altamente vulnerables a oscilaciones rápidas y pronunciadas ante una combinación de datos macroeconómicos adversos, tensiones geopolíticas y cambios en las expectativas sobre la política monetaria. En abril, el rendimiento del bono a 10 años de EEUU escaló abruptamente del 4% al 4,5% en apenas un par de días, mientras que el bono a 30 años llegó a superar el umbral del 5%.
Esta reciente volatilidad en los rendimientos de los bonos estadounidenses refleja que incluso los activos considerados más seguros no están exentos de movimientos bruscos cuando aumentan la incertidumbre y el riesgo percibido. Diversas fuentes atribuyen esta inestabilidad a ventas masivas por parte de determinados inversores institucionales, principalmente hedge funds, que se vieron obligados a liquidar posiciones en deuda gubernamental para hacer frente a ajustes de margen derivados de caídas en otras clases de activos. Este fenómeno no solo pone en entredicho el estatus de activo refugio de los bonos del Tesoro, sino que también revela la creciente fragilidad de un mercado de 29 billones de dólares que, lejos de ser inmune, se ve expuesto a tensiones estructurales en momentos de estrés financiero global.
Lejos de tratarse de anomalías pasajeras, estos episodios de volatilidad podrían volverse cada vez más frecuentes, no solo por una transformación estructural en el comportamiento del mercado de bonos, sino también por el reciente y acelerado crecimiento de los criptomercados de stablecoins. A diferencia de otras criptomonedas, las stablecoins mantienen una vinculación directa con el sistema financiero convencional a través de sus reservas, que suelen incluir grandes cantidades de deuda pública. Esta conexión genera un canal potencial de contagio financiero. Por ejemplo, Tether, la principal stablecoin, cuenta con una capitalización de 150.000 millones de dólares, de los cuales aproximadamente 120.000 millones están invertidos en deuda pública estadounidense, fundamentalmente letras del Tesoro a corto plazo (T-bills).
Ante una pérdida repentina de confianza en los emisores de estas monedas, o un episodio de pánico en el ecosistema cripto, podrían producirse reembolsos masivos que obligarían a liquidar rápidamente grandes volúmenes de bonos. Estos escenarios, que a la vista de la evolución en los criptomercados no parecen muy descabellados, generarían una presión adicional sobre los mercados de Treasuries, amplificando la volatilidad. Aunque este riesgo sistémico no es nuevo y ha estado presente desde el lanzamiento de estas monedas digitales estables, lo que ha cambiado significativamente es el tamaño del mercado. La capitalización total de las stablecoins ha alcanzado un récord de 245.000 millones de dólares a principios de mayo, con un crecimiento del 20% solo en lo que va del año bajo la nueva Administración Trump. El auge de las stablecoins afecta de una manera significativa al mercado de Treasuries norteamericano, dado que alrededor del 90% de estas monedas están respaldadas por dólares. A medida que el mercado de criptomonedas estables crece, los emisores de estas monedas incrementan sus tenencias en instrumentos de deuda pública americana para convertirse en una fuente emergente y poderosa de demanda para los bonos del Tesoro.
Además, esta expansión de este tipo de criptomonedas puede verse aún más reforzado ante un cambio regulatorio de gran calado como es la inminente aprobación de la GENIUS Act, promovida por el presidente Donald Trump, cuya aprobación está prevista para agosto. Este nuevo marco regulador obligará a los emisores de stablecoins a mantener reservas completamente respaldadas, lo que consolidará a los emisores de estas monedas como compradores institucionales de deuda pública. Si se cumplen las proyecciones de crecimiento y se implementa el nuevo marco regulador, ya hay estimaciones que apuntan a que el mercado de stablecoins podría alcanzar los 2 billones de dólares en 2028, situando su demanda de bonos del Tesoro por encima incluso de la de China, que actualmente posee cerca de 784.000 millones en deuda americana.
Tradicionalmente, el Tesoro de EEUU ha dependido de inversores institucionales -en su mayoría bancos centrales y gobiernos extranjeros- para adquirir su deuda y sostener su capacidad de gasto. Esta relación ha implicado inevitablemente una dimensión geopolítica, utilizando dichos actores su condición de acreedores para ejercer, de forma implícita o explícita, influencia estratégica. Con el crecimiento exponencial del mercado de stablecoins, este paradigma puede cambiar drásticamente. Este cambio implicaría una transformación estructural en la financiación del déficit estadounidense, se pasaría de una dependencia geopolítica basada en acreedores soberanos extranjeros hacia una sustentada en el ecosistema cripto. Los próximos grandes compradores de bonos del Tesoro podrían no ser gobiernos, sino redes descentralizadas de monedas digitales respaldadas por dólares. En consecuencia, las stablecoins podrían convertirse no solo en un componente esencial de los criptomercados, sino que también podrían jugar un papel clave en la evolución de los mercados de deuda pública. Ante el panorama que comienza a vislumbrarse en el horizonte, cabe plantearse una inquietante cuestión: ¿estamos asistiendo, de manera silenciosa, a la antesala de una fragilidad sistémica sin precedentes en los mercados de deuda pública, originada en el ecosistema cripto? De ser así, la implicación podría resultar sumamente preocupante. Como ocurre con tantas otras incógnitas, será el tiempo quien, en última instancia, se encargue de ofrecer una respuesta. Solo cabe esperar que esta no llegue de forma abrupta ni acompañada de consecuencias dramáticas para la estabilidad financiera.