
Zaruma se esconde en las profundidades de los bosques del sur de Ecuador. La localidad, situada en lo alto de una ladera del lado occidental de los Andes, está construida sobre suelos de roca rica -riquísima- en oro y esa 'mina' que trae la prosperidad al pueblo es también el motivo por el que está condenado a desaparecer: las explotaciones ilegales que debilitan cada vez más el subsuelo.
En diciembre de 2021 se abrió un agujero en la tierra, al principio pequeño, luego más grande. Tanto que se tragó parte del centro histórico de Zaruma. Las calles empedradas, las pintorescas casas de principios del siglo XIX, los coches... todo fue tragado por el socavón que en una sola noche alcanzó un tamaño de 27 metros de ancho y 30 de profundidad. Y parte de lo que no engulló, lo dejó inhabitable.
La roca sobre la que se asienta la localidad es de las que más oro oculta en el mundo, pero está cada vez más hueca. Durante más de 1.000 años, mucho antes de la llegada de los incas, esas tierras han sido explotadas para extraer el metal amarillo. Es tan exagerado el número de túneles, bifurcaciones y ramales que ni los mejores ingenieros del país pueden recrear el mapa de adónde llegan.
El sito es una joya. Si el mineral extraído en la mayoría de minas del mundo solo contiene pequeñas cantidades de oro (entre tres y cinco gramos por tonelada de tierra y roca) y 30 gramos es bonanza pura, en Zaruma hay vetas que producen hasta 180 gramos por tonelada y pequeñas ramificaciones de esas vetas donde esa cifra puede alcanzar los 500 gramos.
Estos depósitos se crearon por las fuerzas tectónicas que hicieron emerger las cumbres de los Andes hacia el cielo hace unos 20 millones de años, según los geólogos. Cuando la Tierra comenzó a moverse, desató un torrente de magma que formaría grandes vetas de cuarzo de oro en la roca. Un milagro natural del Mioceno Temprano.
La diferencia entre el subsuelo de Zaruma y el de las afueras de la localidad es abismal. Quienes trabajan allí encuentran entre tres a cinco gramos de oro por tonelada. Nada comparable.
Un acuerdo tácito, que se hizo ley en los años 90, prohibía que en el terreno de debajo de la ciudad se pudiera practicar la minería, dejando grandes depósitos intactos en los que los 'piratas' vieron un claro negocio.
El oro tenía un precio
La subida del precio del oro que comenzó a dispararse a principios de siglo (y que se ha reivindicado como valor refugio en las recientes crisis) hizo proliferar la minería ilegal y la descomunal proliferación de túneles subterráneos era inversamente proporcional a su calidad; sus estructuras eran cada vez más precarias.
Los sableros, como llaman en Zaruma a estos 'mineros de contrabando', van al grano, directos a por las vetas de roca más ricas, ignorando la seguridad. Hay túneles debajo de escuelas, hospitales o casas. El colapso de diciembre, de hecho, fue producto de un nuevo ramal que estos 'piratas subterráneos' habían cavado y que salía hacia la superficie desde un túnel horizontal.
Las autoridades y los expertos están intentando configurar un plan para terminar con la minería ilegal y estabilizar el subsuelo de Zaruma, pero la magnitud de la tarea no da motivos para creer que darán con la tecla.
Un problema internacional
La historia se repite por diferentes países en desarrollo. El valor del oro y de otros metales como el cobre, el cobalto, la plata o el tungsteno incitan a los contrabandistas a buscar sin parar y desbordan a las autoridades. Malí, Kenia o el Congo, están pagando el mismo precio que la localidad ecuatoriana, en forma en su caso de reducción del tamaño de las cosechas y financiación de los ejércitos rebeldes.
También en los países vecinos de Ecuador, donde la minería ilegal arrasan bosques, vierte toneladas de mercurio a los ríos y destruye hábitats. La vasta riqueza mineral de América Latina, y la enorme red de crimen organizado hace del continente un criadero de estos delincuentes. En Zaruma, recuerda Bloomberg, bandas asociadas a carteles mexicanos controlan algunas de las minas.
Las autoridades internacionales están al tanto. En abril, la Interpol emitió un comunicado en que advertía sobre el aumento de la minería ilegal. En datos de 2016 recogidos por ese medio, se estimó que la industria alcanzaba en torno a 48.000 millones de dólares a nivel global. A falta de que se actualicen las cifras, el cuerpo de policía internacional previó un aumento considerable por la subida de los precios del oro y la creciente presencia de bandas, especialmente en América Latina, que estaban acelerando la tendencia.
Gran parte del metal recolectado de manera ilegal viaja por las cadenas de suministro globales y termina en teléfonos inteligentes, televisores y computadoras portátiles ante la vista gorda de los equipos de procesamiento de oro, que compran el metal precioso ilegal y legal, lo mezclan y borran cualquier resquicio de delito.