Periodista económico

Confirmando la gran distancia que existe entre las Musas de las previsiones del Gobierno y del FMI sobre la economía española y el Teatro de la realidad de los ciudadanos, las familias y las empresas de este país, el Banco de España anunciaba hace unos días que el crédito al consumo se ha disparado durante el primer trimestre de este año, subiendo un 20% hasta 10.656 millones de euros, la cifra más alta desde 2008 en los albores de la crisis financiera. Un aumento espectacular que lejos de ser una buena noticia como algunos interpretan certifica que el triunfalismo artificioso del Gobierno sobre las optimistas previsiones del crecimiento nominal del PIB no se corresponden con la realidad económica, social y laboral de un país que vive inmerso en eso que los economistas definen como la recesión silenciosa. De hecho, lo que demuestra este crecimiento del crédito al consumo es que los españoles no se endeudan para invertir, para crear empleo o generar riqueza. Se endeudan por falta de liquidez para compras domésticas, para reformas en la vivienda, para poder ir de vacaciones o, lo que es más grave, para poder devolver créditos anteriores.

Coinciden la teoría económica y los manuales de buena gestión en que los impuestos son un pago obligatorio de los ciudadanos para financiar servicios esenciales del Estado como educación, salud, seguridad y mantenimiento de infraestructuras permitiendo que el Estado pueda ofrecer a los ciudadanos determinados bienes y servicios dirigidos a incrementar el bienestar social.

El PIB no se come. Con estas palabras respondía Alberto Núñez Feijóo, durante la pasada sesión de control en el Congreso, al triunfalismo artificioso de un presidente del Gobierno que presumía de las optimistas previsiones sobre el crecimiento nominal de la economía española pero obviando la realidad de económica, social y laboral de las empresas, las familias y los trabajadores de un país inmerso en eso que los economistas definen como la recesión silenciosa.

Camuflado entre la vorágine de WhatsApp repulsivos, escándalos sexuales y presuntas corrupciones que enfangan al gobierno, al presidente y a su entorno, esta semana hemos conocido un dato que no sólo ensombrece la engañosa euforia económica del Ejecutivo y sus acólitos sino que también deja al descubierto los agravios y perjuicios de la política antisocial y de acoso a las empresas del sanchismo gobernante.

A la espera de saber si el gobierno se humillará una vez más ante Junts y venderá la igualdad entre los españoles para conseguir el “sí” de los independentistas a la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media, los datos del Servicio Público de Empleo siguen demostrando el populismo irresponsable de una medida que tendrá un impacto directo negativo sobre la producción y la creación de empleo en país donde el paro real supera los 3,8 millones de personas, mas de un millón por encima de los que el gobierno admite y la contratación sigue en caída libre.

Vaya por delante que como liberal confeso que soy estoy en contra de los monopolios y las grandes concentraciones empresariales o bancarias y soy firme partidario y defensor de la competencia que es la condición que en los mercados favorece el progreso, la innovación y el desarrollo y la que genera el máximo beneficio para la sociedad y los clientes y consumidores en calidad, precio, en servicio y en talento.

¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Hasta cuando, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia. Esta frase de Cicerón, conocida por ser la primera oración de la Primera Catilinaria en el año 63 antes de Cristo, cobra hoy todo su sentido cuando vemos que apenas transcurridos siete días desde el gran apagón tercermundista los españoles nos desayunamos con otro lunes negro debido a un nuevo caos ferroviario, que ha dejado tiradas literalmente en las estaciones o en medio de la nada a más de 10.000 personas, con niños incluidos, paralizando a 30 trenes. Una red de alta velocidad que ha pasado de ser la admiración de Europa a estar literalmente hundida.

Mientras Sánchez y sus ministros se rasgan la vestiduras por la demencia arancelaria de Donald Trump, aquí en España ese mismo gobierno plantea, en un alarde de populismo y sin hacer la preceptiva memoria económica asociada, la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media. Medida que en la práctica supone un arancel interno por su efecto directo sobre los resultados y los márgenes de las empresas, especialmente de las pequeñas y medianas, y con un impacto indirecto negativo sobre la creación el empleo y la caída de la producción.

Septiembre de 2022 en el Senado y en plena tormenta energética por la invasión rusa de Ucrania Sánchez dixit:"nunca va a haber apagones en España". 28 de abril de 2025: España sufre el mayor apagón eléctrico de su historia.

Entra dentro de la lógica y lo comprensible que el ciudadano de a pie ponga cara de póker y no preste la atención debida cuando se le habla de deflactar. Por insuficiente información sobre su significado y sus consecuencias en muchos casos y por desconocimiento en otros.