
El todavía incipiente pero prometedor desarrollo de la pila de combustible como fuente de propulsión de automóviles a un medio plazo plantea una próxima rivalidad entre los coches eléctricos, que no terminan de despegar, y aquéllos que se alimenten de hidrógeno. De hecho, los dos bandos ya han comenzado a formarse.
El escenario que mejor lo ilustra en estos momentos es China. Mientras fabricantes alemanes como Volkswagen, BMW o Daimler han decidido apostar por el despliegue de la tecnología eléctrica para tratar de conquistar el mercado del gigante asiático, tremendamente condicionado por la urgente reducción de emisiones contaminantes, sus rivales japoneses manejan ya planes bien distintos.
Prácticamente al mismo tiempo que Volkswagen y Audi anuncian que entre ambas marcas planean lanzar en China más de 15 modelos híbridos y eléctricos para 2018 -o Daimler y BMW revelan sus planes de joint-ventures con socios locales para el desarrollo de la movilidad eléctrica en el país-, Toyota y Honda desvelaban en Los Ángeles sus primeros prototipos de hidrógeno y su intención de empezar a comercializarlos en 2015.
La fiebre china por los coches de cero emisiones ha puesto en marcha un programa para poner en torno a cinco millones de vehículos "de nueva energía" -definidos como coches totalmente eléctricos e híbridos enchufables- en sus carreteras para 2020; definición que ha sido ampliada este mismo año por Pekín para incluir también dentro de esa categoría a los automóviles propulsados por pila de combustible.
Todo apunta, así, a que el mercado de vehículos verdes va rumbo de la polarización entre la electricidad y el hidrógeno en no demasiado tiempo. Y con ello, el coche eléctrico, que no termina de despegar como sus fabricantes habían previsto, tiene motivos para empezar a ponerse nervioso.
Los líderes eléctricos, nerviosos ante la amenaza de hidrógeno
Lo demuestran, por ejemplo, las actitudes y palabras a la defensiva que han proferido en los últimos días dos de los líderes, seguramente los dominadores del mercado en este momento, en ventas de coches eléctricos, tanto populares como premium.
El primero en lanzar la piedra fue Elon Musk, cofundador y consejero delegado de Tesla, la start-up automovilística responsable de la exitosa berlina de lujo Model S. Musk cargaba hace algunas semanas contra los coches de hidrógeno. "No hay forma de que llegue a ser una tecnología factible", aseguraba rotundo.
Pero detrás de estas aventuradas predicciones de Musk, cabe vislumbrar una cierta irritación por la creciente competencia que la pila de combustible supone para la aspiración de Tesla, y de tantas otra compañías, a incentivos y ayudas como las provenientes de fondos públicos en Estados Unidos que tanto han enfadado a los sectores más reaccionarios allí que han sido decisivas en el despegue y consolidación de la compañía.
Y no es que Musk se haya quedado sólo en sus 'ataques' precisamente. También Carlos Ghosn, presidente de la alianza Renault-Nissan, líder absoluto del mercado de coches eléctricos populares con modelos como el Nissan Leaf o los Renault Twizy y ZOE, se ha lanzado a la ofensiva. "Me produce mucha curiosidad e interés ver a los competidores que dicen que van a salir al mercado masivo (de coches de hidrógeno) en 2015. ¿Dónde está la infraestructura? ¿Quién la va a construir?", se cuestionaba esta semana el directivo de origen franco-libanés.
Las armas de cada combatiente
Lo que no decía Ghosn, sin embargo, es que una de las muchas causas de que los coches eléctricos no terminen de consolidarse masivamente es, precisamente, el escaso desarrollo de las infraestructuras de recarga, a pesar de llevar muchos años de ventaja frente a su supuesto rival.
La batalla, en definitiva, está servida. El mayor carácter ecológico de los coches de hidrógenos -sólo emiten a la atmósfera vapor de agua-, así como una autonomía que puede hasta quintuplicar la de los eléctricos, deberá pugnar por un hueco en el mercado con estos últimos, cuya principal baza residirá en un menor precio frente al elevado coste de los de pila de combustible.
Además, la posibilidad de ser recargados en casa también le otorgan una ventaja comparativa a los eléctricos, ya que los de hidrógeno estarán obligados a detenerse en las estaciones de recarga, cuya construcción, por otro lado, se presumen bastante costosa (algunas fuentes llegan a cifrarla en hasta seis millones de dólares por unidad).