
El 31 de diciembre, el coffee shop más antiguo del mundo, Mellow Yellow, se vio obligado a bajar sus cierres amarillos por última vez en Ámsterdam. No ha sido el único. En los últimos veinte años ha cerrado aproximadamente la mitad, pasando de haber 350 a 167, según el último recuento del ayuntamiento.
El número de clausuras está poniendo a prueba la imagen turística de la capital de Holanda: jóvenes turistas fumándose su primer porro en un acogedor coffee shop, y aumentando la preocupación de autoridades sanitarias, policiales y aficionados al cannabis por el miedo, a que la droga salte a las calles, afectando a su calidad y aumentando la delincuencia.
Los coffee shop siguen siendo uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Según las encuestas del ayuntamiento, uno de cada cuatro visitantes espera visitar alguno de estos locales. Pero la política sobre drogas en el país está cambiando.
Muchos extranjeros creen que el cannabis es legal en todo el país, pero está fuertemente regularizado su venta y consumo, como intentó explicar John Travolta, encarnando a Vicent Vega en Pulp Fiction: "Es legal comprarlo, es legal poseerlo y si eres propietario de un bar de hachís es legal venderlo". De hechos, ni siquiera se vende en todo el país y algunas ciudades tiene prohibida la venta a extranjeros. Es el caso de Maastricht, famosa por el Tratado de la Unión Europea que lleva su nombre, y cuya localización geográfica (al sur del país, limitando con Bélgica y con Alemania a muy pocos kilómetros) la convertía en un foco de atracción para compradores extranjeros.
También otras ciudades están tomando una serie de medidas más duras respecto al cannabis. En La Haya, capital política del país, se promueven leyes cada vez más restrictivas mientras los sectores más liberales siguen defendiendo que los coffee shops permiten controlar el consumo de drogas.
Asimismo, los últimos gobiernos holandeses han aprobado leyes para limitar el consumo de drogas con medidas drásticas como la mencionada prohibición de vender a turistas en ciertas ciudades o la aplicación de la polémica normativa en la que cualquier coffee shop tiene que estar por lo menos a 250 metros de distancia de cualquier escuela. El cierre de Mellow Yellow estuvo motivado por una escuela de peluquería a 230 metros de distancia.
Debido a la alta densidad por habitantes en Amsterdam y su concentración de edificios es fácil encontrar algunos locales encima o debajo de escuelas. Según The Economist, han cerrado 20 por este motivo, desde la entrada en vigor de la norma. Otros 30 fueron clausurados en el barrio rojo junto a 150 ventanas de prostitutas, con el objetivo de limpiar la zona.
Sin embargo, la mayoría de cierres se han producido por problemas con las autoridades, dificultades económicas o simplemente no tenían los papeles en regla. Además, hay una política abierta de "no crecimiento" de coffee shops, que supone no conceder nuevas licencias a pesar de que se está produciendo continuos cierres, lo que impide que nuevos establecimientos ocupen su lugar.
Los más de cien locales abiertos en la ciudad tienen que enfrentarse a una gran demanda. Algunos han puestos sistema de turnos como en las carnicerías. La idílica imagen de una cafetería acogedora se está convirtiendo en lugares masificados. Los propietarios apenas pueden aconsejar sobre los productos a los clientes, por lo que el ambiente que se respira en estos locales está cambiando de manera rápida.
A las autoridades les preocupa que los traficantes callejeros comiencen a llenar el vacío que están dejando los coffee shops. Un informe de la Bonger Instituut es contundente en conclusiones relacionando el cierre de coffee shops con el tráfico de drogas en las calles y delincuencia.
Estos locales tienen limitada la tenencia en 500 gramos de marihuana. Con la actual demanda necesitan reponer existencia varias veces al día y sus proveedores sean más vulnerables en sus abastecimientos. El informe también advierte que los propietarios también podrían recurrir a traficantes para asegurar el suministro.