
Uno de los países con menos visitantes del mundo quiere cambiar radicalmente y por ello construirá un gran aeropuerto internacional en su nueva apuesta por favorecer el turismo internacional. Se trata de Bután, una pequeña y recóndita nación asiática en plena cordillera del Himalaya que se independizó de la India en 1949 y que apenas suma 800.000 habitantes. Con sus 40.994 km2, Bután es uno de los países más pequeños de la Tierra y también de los menos habitados, entre otras cosas por lo complicado que resulta el acceso al país.
Bután cuenta actualmente con los aeropuertos de Yongphulla, Bathpalathang, Gelephu y Paro, siendo este último el único internacional de los tres. Pero Paro, a unos 50 kms de Timbú, la capital del país, concentra poco turismo: unos 200.000 viajeros al año, cuando Barajas, por ejemplo, lo visita anualmente una media de 70 millones de personas.
El Aeropuerto Internacional de Paro se encuentra en un valle a 2.237 metros de altura media y solo puede registrar vuelos cuando las condiciones climatológicas son favorables. Está rodeado de montañas de más de 5.000 metros de altura y aterrizar allí no es fácil. De hecho, solo tiene permitido tomar tierra en el Aeropuerto de Paro un reducido grupo de pilotos expertos, menos de 20, que cuentan con una certificación oficial a tal efecto.

La nueva infraestructura aeroportuaria se llamará Aeropuerto Internacional de Gelephu y se levantará en el entorno del aeropuerto ya existente, que será muchísimo más grande. Tendrá amplios jardines y dotaciones como salas de yoga y zonas de baño de sonido, además de un bosque conocido como Columna Forestal, que separará las terminales nacional e internacional y que es uno de los grandes atractivos del proyecto. El bosque se extenderá desde la zona de llegadas hasta la pista de aterrizaje.
Bután, que no tiene litoral y está rodeado de montañas que lo hacen casi inexpugnable, no se había interesado demasiado hasta ahora por fomentar su apuesta turística, lo cual no ha impedido a esta momarquía constitucional ser conocida como "el país más feliz del mundo" por la cordialidad de sus habitantes y su sonrisa perenne, en lo cual rivalizan con Tailandia.

El país es considerado "el más feliz del mundo" gracias a su Índice de Felicidad Nacional Bruta. Este índice valora factores como el bienestar psicológico, la salud, la educación, la gobernanza, la ecología, el uso del tiempo, la cultura, el nivel de vida y la vitalidad comunitaria para medir la felicidad colectiva de la población.
Cien euros al día
Que Bután no haya sido hasta ahora un país tentado para el turismo, pese a su belleza y espiritualidad, tiene mucho que ver con la política de las autoridades locales, que no solo no han favorecido el turismo, sino que además se han empeñado en poner trabas a que se visite su territorio. Además de lo inaccesible, Bután impone estrictas normas turísticas "para preservar su patrimonio" y los pocos turistas que lo visitan deben pagar una tasa diaria de unos 100 euros por el mero hecho permanecer en el país.

Bien es cierto que en los años 70 Bután inició una tímida apertura al turismo, basada en la premisa 'alto valor, bajo impacto', un modelo que apuesta por la alta calidad de los servicios ofrecidos a los visitantes, mientras que se minimiza el impacto negativo en el entorno.
Pero la medida no resultó atractiva para los escasos turistas, ya que ese 'alto valor' conlleva que absolutamente todos los visitantes deban contratar el viaje con un operador turístico, que incluye todas las comidas, el alojamiento en hoteles de al menos tres estrellas, los servicios de un guía profesional acreditado por el Consejo de Turismo local y el transporte dentro en el país con un conductor propio; y todo ello encarece mucho la estancia, además de no convencer a los turistas que prefieren viajar a su aire. En eso Bután se parece un poco a Corea del Norte, con quien rivaliza en cuanto a poco turismo por razones bien distintas.

Diseño danés
Bjarke Ingels Group, más conocido como BIG, es el estudio de arquitectura internacional encargado del proyecto del nuevo aeropuerto internacional de Bután. Fundado en 2005 en Copenhaghe, Dinamarca, por Bjarke Ingels, en 2020 abrió sucursal en Nueva York y ha ganado numerosos concursos de arquitectura y premios internacionales.
El estudio se ha basado en la Cordillera del Himalaya y en la "felicidad nacional bruta" que atesora Bután para crear el proyecto aeroportuario, valiéndose del bienestar y la calidad de vida como premisas fundamentales. BIG ha "intentado plasmar la naturaleza y la cultura del país" en la nueva infraestructura.
El diseño del proyecto refleja que el nuevo Aeropuerto Internacional de Gelephu, localidad del sur de Bután próxima a la frontera con la India, estará formado por una serie de estructuras de madera en forma de diamante, que simularán la Cordillera del Himalaya en la que se encuentra. Se asemeja a una "cadena montañosa estilizada", asegura Bjarke Ingels, fundador y director creativo de BIG, en un comunicado.

Objetivo: quintuplicar las visitas
Este segundo aeropuerto internacional de Bután pretende convertirse en el primero por operatividad. Con 68.000 metros cuadrados, tendrá capacidad para 123 vuelos diarios, con una previsión máxima de 1,3 millones de pasajeros al año en 2040, cifra que quintuplica ampliamente la capacidad del Aeropuerto Internacional de Paro, donde, en todo caso, seguirán llegando vuelos internacionales, aunque solo unos pocos al día.
BIG ha querido plasmar en el proyecto la tradición butanesa –que no butanera- y por ello ha optado por materiales como la madera local y las características tallas creadas por artesanos locales, que adornarán la estructura.

"Al observar más de cerca, todos los elementos de madera maciza están tallados y coloreados según la artesanía tradicional, adornados con tres tipos de dragones que representan el pasado, el presente y el futuro de Bután", explica Bjarke Ingels.
Un proyecto de más de 200 millones
Al margen del diseño, el proyecto del nuevo aeropuerto de Bután es una colaboración entre Bjarke Ingels Group (BIG), Arup y Cistri, la empresa de ingeniería aeronáutica Netherlands Airport Consultants (NACO) y Gelephu Mindfulness City (GMC), y tendrá también su componente sostenible gracias a sus paneles fotovoltaicos en la azotea. Intervienen, además, Magnolia Quality Development Corporation Limited (MQDC) Changi Airport Planners and Engineers, Influit y WT Partnership. BIG es el arquitecto de diseño y la ingeniería estructural la aporta MEP.

El coste del nuevo aeropuerto del Reino del Himalaya, como también se conoce a Bután, sigue siendo una incógnita, aunque algún medio local lo ha cuantificado en unos 178 millones de libras esterlinas cuando se inaugure en 2029, cerca de 208 millones de euros.
El diseño de BIG se exhibirá en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2025, Ancient Future, desde el próximo día 10 de mayo y permanecerá en exposición hasta el mes de septiembre.
Calidad de vida
En Bután valoran la calidad de vida por encima de cualquier otra cuestión y eso ha influido notablemente en que el país no se abra al turismo. De hecho, la televisión no se consideraba una prioridad y no llegó al país hasta 1999. La economía del país, una de las más pequeñas y menos desarrolladas del mundo, se basa en la agricultura y en la explotación forestal, sectores que dan de comer al 60% de la población. Cuenta también con una ganadería de subsistencia.

La economía de Bután esta estrechamente ligada a la de la India, con quien mantiene un fuerte comercio y dependencia, vínculos monetarios y asistencia financiera. En los últimos años han sido las exportaciones de electricidad a la India el gran estímulo del crecimiento económico de Bután, que prevé nuevos proyectos de hidroelectricidad. No existe en todo el país una línea de tren, por lo que el medio más habitual para desplazarse con rapidez a las ciudades más importantes es a través de vuelos locales en pequeñas avionetas.
Bután apuesta por la educación de alta calidad y los programas sociales y ambientales. Cada programa económico debe tener en cuenta el deseo del gobierno de proteger el medio ambiente del país y sus tradiciones culturales. De ahí que las cautelosas autoridades butanesas solo hayan confiado hasta ahora en el turismo de calidad supervisado desde el origen, algo que puede empezar a cambiar en apenas cuatro años con su nueva instalación aeroportuaria internacional.
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