
Aunque la intención de crear una etiqueta panaeuropea para instrumentos de ahorro pretende impulsar la inversión en un momento de fuertes necesidades de financiación de Europa, varios países han apostado desde hace tiempo por crear condiciones fiscales especiales para aquellos ahorradores que inviertan en empresas de sus respectivos mercados. Y los resultados muestran el éxito desde su implantación.
El modelo más reciente, y que ha servido de espejo para España, es el italiano. En 2017 entraron en funcionamiento los Piani Individuali di Risparmio (PIR ), un instrumento dirigido a las personas físicas que permite una inversión anual de 40.000 euros anuales con un máximo de 200.000 euros, en el que al menos el 70% de la inversión ha de hacerse en títulos emitidos por empresas italianas, de las que un 30% no deben de estar cotizadas en el MIB 30, el principal índice del país transalpino, para favorecer la liquidez de las compañías más pequeñas. Y se puede invertir hasta un máximo del 10% en títulos de una sola empresa.
La ventaja de invertir a través de una PIR es la exención fiscal de impuestos sobre las ganancias de capital, sobre los ingresos obtenidos, como dividendos de los activos incluidos en estas cuentas, y en el Impuesto de Sucesiones para inversiones en bonos y acciones de empresas italianas. El tiempo mínimo de permanencia es de cinco años y, si se retira antes de tiempo, se puede mantener la ventaja fiscal si se reinvierte en otro instrumento en un plazo de 90 días. Han tenido tanto éxito que han alcanzado un volumen cercano a los 20.000 millones de euros, y cuentan con su versión para activos alternativos.
Más trayectoria tienen las cuentas ISK (del sueco InvesteringsSparKonto, que desde hace doce años ha permitido que 3,5 millones de personas, un tercio de la población, dispongan de un instrumento de inversión a largo plazo que cuentan con un importe medio de 26.400 euros. Su funcionamiento se basa en un esquema de tributación trimestral que recae sobre el conjunto de la cuenta, en la que se pueden incluir depósitos, acciones o fondos de inversión, a la que se aplica un tipo de interés fijo para el cálculo fiscal que tan solo se ha ajustado en dos ocasiones para mantener la neutralidad.
No obstante, el éxito de estas cuentas se debe a un largo proceso de décadas de educación financiera en el que la introducción de esta cuenta ha sido la culminación, aparte de la evolución de diversos mecanismos de inversión a largo plazo que han permitido que en la última década cerca de 500 empresas hayan salido a cotizar en los mercados bursátiles de Suecia, una cifra que supera la suma de incorporaciones de este tipo en las Bolsas de Francia, Alemania, Países Bajos y España, según señala un informe elaborado por BME titulado ¿Por qué la inversión y los mercados de capitales crecen en Suecia?, donde se destaca, además, que un 90% de las compañías cotizadas del mercado sueco tienen una capitalización por debajo de los 1.000 millones de dólares.
Otro modelo en el que fijarse son las ISA británicas, las siglas de Individual Savings Accounts, que se crearon hace 26 años para favorecer el ahorro a largo plazo a cambio de exenciones fiscales. Hay dos tipos de cuentas, uno más conservador, compuesto por depósitos, y otro más arriesgado, que permite la inversión en acciones. El elevado peso del primero, con 18 millones de ahorradores y 300.000 millones de libras esterlinas de volumen, está llevando al gobierno laborista a replantearse un cambio que permita reducir el volumen exento fiscalmente de 20.000 a 4.000 libras y favorecer de esta manera la inversión en los mercados de capitales domésticos.
Auge de la gestión pasiva
Este interés de los gobiernos europeos por fomentar la inversión más productiva se produce en un momento de auge de la gestión pasiva en el Viejo Continente, al calor de la revalorización de la bolsa norteamericana de la última década por el empuje de los grandes valores tecnológicos, y la facilidad de contratación que tienen las nuevas plataformas o neobrókeres.
De hecho, de los más de dos billones de euros de patrimonio que manejan los ETF en Europa, un 75% se corresponde con fondos cotizados de renta variable, según datos de LSEG Lipper. De este porcentaje, son precisamente los de renta variable de Estados Unidos y de bolsa global las subcategorías que acaparan los mayores volúmenes patrimoniales, con 558.400 millones de euros en el caso de la primera y 376.600 millones en el caso de la segunda. Es decir, no ha habido hasta ningún interés por las acciones de las compañías europeas.
Este crecimiento de la gestión pasiva se debe sobre todo a Alemania. No solamente a través de la contratación directa de los ETF sino de los denominados planes de inversión, que se han popularizado mucho entre los alemanes, hasta el punto de que la contratación de ETF mediante plataformas digitales ha alcanzado un volumen de 168.000 millones de euros, un 24,4% más que el año pasado, mientras que el patrimonio invertido en cuentas de ahorro ha crecido un 11,4% hasta llegar a los 15.600 millones.