
Europa acaba de anunciar inversiones de hasta 800.000 millones de euros en defensa en cuatro años. Una parte elevada de estas inversiones deberán ser financiadas de una forma u otra en los mercados financieros. De acuerdo con los actuales criterios, estas inversiones difícilmente entrarían dentro de la calificación de inversión sostenible, de acuerdo con los criterios ASG (Medioambiental, Social y Gobernanza).
Europa debe decidir cuáles son sus prioridades y actuar en consecuencia. Por un lado, pretende ser adalid de la regulación sobre las inversiones sostenibles y la economía verde a nivel global, limitando y penalizando aquellas inversiones que no cumplen determinados criterios medioambientales. Por otro lado, ha decidido acometer cuantiosas inversiones en defensa para reducir la dependencia de Estados Unidos. Estas inversiones difícilmente pueden considerarse sostenibles con los criterios tradicionales.
Respecto al compromiso medioambiental, el problema radica en que, o existe un compromiso real de todas las economías, o al menos de las principales economías del mundo, o la actuación en solitario de Europa no logrará el objetivo pretendido y además empobrecerá a Europa. Europa supone el 7% de las emisiones de CO2 a nivel global.
Paradójicamente, la reducción de las emisiones en Europa puede conducir al aumento de las emisiones globales. Lo que Europa no pueda fabricar aquí por el elevado coste de las normas medioambientales, acabará comprándolo a otros países mucho menos sensibles a los problemas medioambientales como China o India. El resultado final no será el deseado. Las emisiones aumentarán en lugar de reducirse. Es muy difícil la aplicación regional de una normativa sobre un problema global; si el resto de áreas geográficas no están realmente alineadas, los objetivos globales no se cumplirán.
Respecto a la inversión en defensa, los tanques, los vehículos blindados, la artillería autopropulsada, los tiradores móviles de misiles, los barcos de guerra o el transporte militar funcionan con motores de combustión y con gasoil, no con motores eléctricos. Europa ha decido acabar con los motores de combustión para la mayoría de los vehículos en 2035. Europa era líder en el sector de automoción y motores de combustión hasta que ha dejado de serlo por la normativa autoimpuesta. La situación actual debería llevar a un replanteamiento. Si no se cambia el rumbo actual y se vuelve a invertir en investigación, desarrollo e innovación de motores de combustión, acabaremos dependiendo de terceros países que sí apuestan por dichos motores.
La investigación de las empresas siempre ha sido un factor determinante en el desarrollo y la minimización del impacto medioambiental. A modo de ejemplo, los motores de combustión han reducido sus emisiones de NOX (Óxido de Nitrógeno) más de un 90% y de CO2 más de un 50% desde 1990. Europa no puede renunciar a los motores de combustión si quiere tener vehículos militares punteros.
Adicionalmente, todos los vehículos militares de combate mencionados funcionan con combustibles fósiles. De nuevo, Europa deberá cambiar sus políticas contrarias a los combustibles fósiles si realmente quiere ser independiente en su defensa.
La fabricación de armas es altamente contaminante y consume cantidades de energía considerables, y no precisamente "energía verde". La fabricación de acero para blindar vehículos militares es seguramente uno de los procesos industriales que más CO2 vierte en la atmósfera.
Siendo loable el querer primar la sostenibilidad, disponer de una capacidad de defensa adecuada acabará siendo prioritario. Es inevitable que la normativa se relaje y acabe aceptando como sostenibles inversiones en defensa que hoy en día no tienen tal consideración. Esto ya ocurrió cuando pasó a considerarse como energía verde tanto la energía nuclear como el gas natural, aunque de forma temporal.
Si las empresas de defensa europeas quieren competir a nivel global y ser punteras, no pueden verse sometidas a las limitaciones medioambientales que no aplican en prácticamente ninguna otra parte del mundo. El mundo ha cambiado y Europa se tiene que adaptar a las nuevas circunstancias.