
"No os rindáis nunca", con esta frase lapidaria se despidió el jueves pasado Mario Draghi después de ocho años al frente del Banco Central Europeo (BCE). Es difícil hacer un balance. Hay ganadores y perdedores, víctimas y verdugos.
Entre los ganadores están los países del sur de Europa, como el nuestro. La prima de riesgo pasó de superar los seiscientos puntos a menos de cien en la actualidad. En otros como Grecia, los inversores han ido de renegar de su deuda a pagar tipos cero por tenerla en cartera.
El dinero barato ha permitido impulsar el crecimiento de la actividad (sólo en 2019, se estima en un 0,8 adicional), sobre todo en la inversión inmobiliaria. En el lado negativo están los ahorradores y los bancos. El rendimientos de los depósitos desapareció y con él, voló el margen de la banca.
Esta semana, un grupo de banqueros reunidos con motivo de la entrega del premio Echegaray organizado por elEconomista, se quejaba de que Draghi intenta mantener la economía a flote a costa de los resultados de sus entidades. La facilidad de depósito, lo que abona el BCE por custodiar el dinero de la banca, ha entrado en terreno negativo, el -0,50% en la última reducción.
"Los bajos tipos son como una sentencia de muerte. Algunos bancos entrarán en pérdidas en 2020"
-"Es que la obligación del BCE es velar por la economía, no por la salud de la banca", argumentaba el presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), José Manuel Campa, merecedor del galardón. El resultado es, como explicaba un banquero, que "los clientes tendrán que acostumbrarse a pagar a su entidad financiera porque custodie su dinero, al igual que abonan el mantenimiento de un garaje para que su automóvil esté protegido".
"La obra de Draghi es excelente, pero aún es demasiado pronto para juzgarla", aseguraba el presidente de la EBA. Es cierto, no hay más que recordar la despedida del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, autor de la drástica reducción del precio del dinero, que hizo volar a la economía americana en la década de los noventa.
Quien siembra vientos, recoge tempestades. La reducción del precio del dinero desembocó en la burbuja inmobiliaria, que explotó drásticamente en 2008 con las hipotecas basura, arrastrando al planeta a la mayor recesión desde el 29. ¿Es Draghi el Greenspan de este siglo? Probablemente. Hay muchos economistas como el ex secretario del Tesoro, Timothy Geithner, o el presidente de AECOC, Javier Campo, que hablan ya del "eterno estancamiento" de la economía.
Los tipos permanecerán próximos a cero durante cuatro o cinco años más, lo que representa un gran desafío para la cuenta de resultados de la banca. Campa lo ve claro, nada de fusiones o adquisiciones: "mezclar las manzanas podridas con las sanas puede crear zombis", como ocurrió con las antiguas cajas de ahorros.
El tamaño no determina la eficiencia. Hay bancos pequeños muy sanos y grandes también o viceversa. La clave está en sus gestión. Se echan de menos fusiones transfronterizas dentro de la UE. ¿Para qué se creó el mercado único? Es evidente que no funciona. Los gobiernos ponen serias trabas a la adquisición de sus entidades financieras.
Se ha avanzado en la creación de un fondo de garantía común para hacer frente a las insolvencias, pero la Unión Bancaria está en el limbo. Y lo peor, según Campa, es "quedarse en mitad del río, sin poder ir adelante o atrás, porque puedes acabar ahogándote". Algunos bancos de tamaño pequeño o mediano van a entrar en pérdida el próximo año en España por culpa de los tipos de interés. Pero no se fusionarán hasta que no tengan otro remedio.
Una de las entidades en el foco de las operaciones corporativas es Liberbank. Su consejero delegado, Manuel Menéndez, frustró la unión con Abanca, gestionada por el venezolano Juan Carlos Escotet. Ofrecía 0,58 centavos de euro por acción, el doble prácticamente de su precio actual. El tiempo juega en contra de las entidades más débiles.
Si el estallido de la burbuja inmobiliaria se llevó por delante a la mitad del sector financiero español, los bajos tipos que Draghi deja como herencia son una especie de sentencia de muerte para muchas entidades.
Con la revolución digital y la irrupción de las nuevas tecnologías, habrá bancos que no podrán seguir el ritmo de inversión para ofrecer a su público los instrumentos adecuados para operar a distancia.
Todo comenzó en 2011 con el primer manguerazo de liquidez para sostener algunos bancos. Draghi luego actuó de apagafuegos en varios países del euro, sobre todo en los llamados Pigs, (Portugal, Irlanda, Grecia y España). En total, lleva adquiridos 2,6 billones entre deuda pública o corporativa, el triple del balance inicial del BCE. Tuvo que convencer a la canciller Angela Merkel, revertir drásticamente la política de su antecesor, Jean Claude Trichet, y enfrentarse a los halcones del Bundesbank y de otros bancos centrales del norte de Europa que aún no están convencidos de su política.
Sus últimas medidas, la reactivación de las compras de deuda pública por 20.000 millones que entra en vigor la próxima semana, han reabierto las diferencias entre palomas y halcones dentro de la institución monetaria. Un tercio del consejo se opuso, sobre todo franceses y alemanes. Nadie conoce a ciencia cierta cómo se va a pagar la montaña de débitos públicos, que ya superan los diez billones de euros.
El italiano, educado en Harvard y antiguo empleado de Goldman Sachs, asegura que no le preocupa la deuda, que no existe burbuja con excepciones locales. Pero han surgido problemas de liquidez en algunos fondos de inversión, que han hecho saltar las alarmas en los mercados financieros. Los supervisores comenzaron a extremar las precauciones, aunque de momento se trata de un caso aislado.
La ausencia de inflación, nadie espera que alcance el objetivo del 2% del BCE, complica la rebaja del endeudamiento de los bancos centrales. El riesgo es que esa montaña siga creciendo gracias a políticas fiscales laxas por parte de los gobiernos europeos.
El mayor fracaso de Draghi es que no logró convencer a la canciller Merkel de impulsar un mecanismo centralizado de política fiscal que obligue a los estados miembros del euro a mantener sus compromisos de su austeridad. La ministra Nadia Calviño acaba de recibir una carta firmada de puño y letra por su colega el comisario de Economía, Pierre Moscovici, para que reduzca el gasto corriente en 6.000 millones. La respuesta se hará esperar, hasta que se forme Gobierno.
La paradoja sigue siendo que mientras el Ejecutivo alemán, el único con capacidad para poner en marcha la maquinaria del gasto a fin de estimular la inflación y combatir la desaceleración, mira par otro lado, en el resto de países, especialmente del sur, piensan ya cómo endeudarse para volver al despilfarro.
"El BCE cometió un pecado capital: hacer caso omiso a su promesa de que jamás pondría a políticos al frente de la institución"
El tándem sucesor de Christine Lagarde y Luis de Guindos como presidenta y vicepresidente del BCE, respectivamente, asegura la continuidad de las medidas de Draghi. Dos economistas con una vasta y rica experiencia, pero de marcado signo político. Ambos fueron ministros con anterioridad.
El BCE cometió un pecado capital, que es hacer caso omiso a su promesa de que jamás pondría a políticos al frente de la institución que acaben guiándose más por los cantos de sirena de los gobiernos que por las verdaderas necesidades de la economía a medio o largo plazo. Espero que no se descarríen.
Draghi pasará a la historia como un héroe por la conocida frase pronunciada en julio de 2012: "Haré lo que sea necesario (whatever it takes) para salvar el euro", que ahuyentó a los que jugaban a tumbar la moneda única. El tiempo dirá si sigue considerado un héroe o acaba como un villano. Ya pasó con Greenspan.
PD.- La buena noticia llega de la mano de OHL, el grupo constructor propiedad de la familia Villar Mir, que fue una de las tres grandes del sector con una capitalización de casi 10.000 millones y en la actualidad roza la insolvencia. La entrada de la mexicana Caabsa con un porcentaje próximo al 30%, unido a la venta de la mayoría de su división de Desarrollos, por unos 200 millones, devolverá el músculo financiero necesario para proseguir su actividad. En la actualidad, estaba limitado porque la banca concede los avales con cuentagotas, lo que impide la contratación de mayores obras.
El consejero delgado, José Antonio Fernández Gallar, lleva meses negociando la operación. El pasado fin de semana se encargó también de convencer, en un animado tête a tête, a Juan Miguel Villar Mir. El patriarca de la familia cedió para obtener liquidez para devolver la deuda al fondo buitre Tyrus, al que paga rendimientos cercanos al 20%. Pero su intención es volver a recomprar un porcentaje significativo del capital de OHL cuando se recupere el valor de otras en otras participadas como Ferroglobe o Inmobiliaria Espacio.
Con 20.000 empleados en todo el mundo, la mayoría en nuestro país, es importante asegurar su existencia para preservar la generación de riqueza y empleo, como ya ocurrió con la también española FCC al dar entrada a Carlos Slim. Los mexicanos acuden al rescate del sector en España.