
Los expertos en inversiones a menudo han rechazado escépticamente las criptomonedas por ser excesivamente volátiles. Los tecnólogos las han descrito como revolucionarias. ¿Quién está en lo correcto? ¿Se convertirán las criptomonedas en una clase de activo popular? En primer lugar, los inversores no deben caer en la trampa de confundir las criptomonedas con la tecnología que las hacen posibles. El blockchain, la arquitectura tecnológica subyacente de las criptomonedas es, por ahora, mucho más importante que los cientos de monedas digitales emergentes.
Actualmente existen más de 1.700 criptomonedas con una capitalización total de mercado de 215.000 millones de dólares estadounidenses. El Bitcoin, el ejemplo más conocido, cuenta con más del 48% de la capitalización total de mercado. Recientemente la Comisión de Bolsa y Valores de EEUU retrasó la decisión sobre si aprobar o no un fondo de inversión cotizado respaldado por bitcoins, impulsando el declive de la moneda digital este año al 46%. En doce meses, la volatilidad de la moneda ascendió al 93% de su precio diario y sufrió una caída de hasta el 68%.
Con tal nivel de volatilidad en la que posiblemente sea la moneda virtual más conocida, el valor real podría radicar en la arquitectura o tecnología subyacente, llamado blockchain, que hace posible el comercio de criptomonedas. Así, el blockchain se define como un software de contabilidad digital que provee un registro público verificable de cada transacción. Almacena transacciones individuales en bloques en un orden encriptado y cronológico para crear una cadena segura y todos los usuarios tienen la seguridad de que todos los demás ven exactamente lo mismo, sin intermediarios. Las grandes y pequeñas empresas están experimentando con esta tecnología, ya que nos permite simplificar gran parte de lo que era complejo o propenso a error o fraude en las tradicionales cadenas de papel y bases de datos digitales, por lo que es un avance fundamental.
La naturaleza irreversible de las transacciones tiene implicaciones profundas para la industria financiera, y los usos más prometedores podrían estar en reconciliación con el comercio. Mientras las esperanzas del revolucionario impacto de blockchain son altas, el despliegue está requiriendo tiempo y los inversores parecen estar sobreestimando la velocidad de adopción. Instituciones como el Nasdaq y la bolsa de valores australiana ASX se han pronunciado sobre el tema pero han frenado sus planes para su implementación inmediata debido a la complejidad de los procesos financieros y a la falta de estándares acordados. Pero mientras las configuraciones operativas se adaptan progresivamente, esperamos más innovaciones y aplicaciones de esta tecnología en el medio plazo.
Durante el desarrollo del blockchain, las criptomonedas se enfrentan a sus propios desafíos. Una de las restricciones del momento es que los inversores carecen de una única fuente de inteligencia de mercado para todas las monedas. La situación es un poco parecida a la del mercado de renta fija antes de la llegada de la terminal de Bloomberg, cuando había poca transparencia o datos de precios y los inversores tenían que llamar a los intermediarios para obtener cotizaciones y los precios eran fijados por un pequeño número de corredores.
Si los pesimistas sobre la tecnología tienen razón, los gobiernos tarde o temprano se interesarán en rastrear las transacciones de criptomonedas. Esto descartaría que las criptomonedas en sus formas actuales reemplacen alguna vez a las monedas fiduciarias que son, en esencia, frágiles. Esto no impide que las criptomonedas sean empleadas por los inversores como protección contra turbulencias en las monedas fiduciarias y para evitar los controles de capital. Tampoco ha impedido que gobiernos como EEUU y Alemania establezcan unas directrices para declarar ganancias de capital a efectos fiscales. En EEUU, por ejemplo, el bitcoin se tasa como propiedad y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha determinado que las monedas virtuales están exentas de impuestos de valor añadido porque son un medio de pago.
Los debates sobre si existe algún valor intrínseco en las criptomonedas están, creemos, lejos de la cuestión por ahora. Después de todo, hay debates sobre si hay algún valor intrínseco en el oro por ejemplo. Tales discusiones se volverán irrelevantes a medida que las monedas digitales maduren, crezcan en uso y aceptación.
La cuestión central del debate de las criptomonedas no es si se convertirán, con tiempo, en parte del panorama de inversión sino más bien si su uso alcanzará una masa crítica y si los gobiernos estarían dispuestos o podrían tomar medidas para regular y tasar su cambio.
Consideramos que, con el tiempo, la volatilidad de las criptomonedas puede decaer a medida que maduran y aumenta su uso e intercambio. Esto depende de que su oferta se mantenga limitada (el bitcoin por ejemplo, se limita a una oferta total de 21 millones en comparación con los 17,1 millones en circulación en la actualidad) y las criptomonedas continúen completamente respaldadas por criptomonedas "reales", a diferencia de las monedas fiduciarias de los bancos.
En resumen, las criptomonedas se están convirtiendo claramente en una parte del panorama financiero internacional. Pero por ahora los reguladores y los bancos centrales se resisten a tratarlas de la misma forma que al resto de divisas. La Comisión de Bolsa y Valores en EEUU ya denegó un fondo de inversión cotizado en julio y ahora tiene hasta el 30 de septiembre para permitir, o no, que la lista de fondos siga adelante.
Mientras tanto, tiene más sentido continuar con las tecnologías detrás del blockchain. Para cualquier inversor con intención de agregar una criptomoneda a su cartera, se aplican los principios tradicionales de diversificación y seguridad además de la primera regla de no invertir en algo que no entiendes completamente.