
La morosidad bancaria rara vez acapara titulares hasta que se convierte en un problema evidente. La tasa de morosidad refleja qué porcentaje de los préstamos bancarios presenta dificultades de pago. Es un indicador capaz de poner en riesgo la estabilidad económica de un país, como ya ocurrió durante la crisis de 2013, y para el que las áreas de riesgos de las entidades financieras juegan un papel crucial controlando el equilibrio del sistema financiero.
¿Dónde estamos ahora y cómo llegamos hasta aquí?
En España, la tasa de morosidad bancaria se sitúa actualmente en un 3,43%, una cifra baja en comparación con la crisis financiera de 2013, cuando superó el 13%. Hoy, las circunstancias han mejorado considerablemente debido a varios factores. El mercado laboral español ha mostrado una notable resistencia, y la tendencia general ha sido hacia un comportamiento más prudente en el endeudamiento y hacia unas mayores restricciones en la concesión por parte de las entidades financieras y de los organismos reguladores, lo que ha permitido a las familias y empresas mantener sus finanzas en equilibrio. Además, los bancos han seguido una estrategia de "limpieza" en sus balances, vendiendo carteras de créditos dudosos a fondos de inversión, lo cual ha ayudado a reducir la morosidad y permitir a las entidades centrarse en la gestión de préstamos de mayor calidad.
Comparación con Europa: ¿Cuál es nuestra posición?
Al comparar los niveles de morosidad de España con la media europea, encontramos luces y sombras. La morosidad promedio en la Unión Europea es de aproximadamente 1,86%, menos de la mitad que en España. Esto refleja que, a pesar de los avances, el sistema financiero español todavía tiene un camino por recorrer para alcanzar niveles de estabilidad comparables a otros países de la región.
¿Por qué esta diferencia? Parte de la respuesta está en el contexto económico español, caracterizado por una estructura laboral particular y un impacto diferenciado de la crisis de 2008 con una gran exposición al crédito promotor. En países como Alemania o los Países Bajos, la morosidad es menor debido a sistemas de empleo más estables y tasas de endeudamiento familiar más bajas. Aun así, el progreso en España es destacable: se ha logrado reducir significativamente la morosidad desde los niveles alarmantes de hace una década y se ha avanzado en la gestión de activos tóxicos como en ningún otro país europeo.
Y en el futuro... tres escenarios posibles
La pregunta ahora es: ¿qué podemos esperar en los próximos años? La respuesta no es exacta y depende de múltiples factores como el estado del mercado laboral, los niveles de endeudamiento de las familias y las estrategias de gestión de carteras dudosas por parte de los bancos.
En un escenario estable, la morosidad podría mantenerse en los niveles actuales si el mercado laboral se mantiene sólido, se controla el equilibrio entre la concesión crediticia y el nivel de endeudamiento familiar y los bancos continúan con sus políticas de desinversión de activos problemáticos en stages cada vez mas tempranos para liberar provisiones, propiciando un entorno de estabilidad financiera favorable para el crecimiento económico. En un escenario moderado, se prevé un aumento leve en la morosidad, especialmente en créditos al consumo y en crédito para PYMEs de sectores impactados por la inflación acumulada en los últimos años, lo que obligaría a los bancos a mantener el nivel de provisiones actual limitando así la concesión de crédito y la capacidad de consumo de las familias. Finalmente, el escenario de alerta se daría si se produce una desaceleración económica significativa o un repunte en el desempleo que impulsara un aumento considerable de la morosidad, lo que pondría presión sobre el sistema bancario y sobre la economía de las familias, restringiendo el acceso al crédito y frenando el crecimiento económico.
La importancia para España: ¿deberíamos preocuparnos?
La morosidad no es solo un indicador técnico: es un termómetro de la salud financiera de un país.
En este sentido, España debe permanecer vigilante. Los controles establecidos en los últimos años por el sistema financiero español, el Banco de España y la Unión Europea propician un marco regulatorio que minimiza la posibilidad de repetir escenarios similares a lo ocurrido en 2008. Los niveles actuales de morosidad no son alarmantes, pero los datos de crédito al consumo y el incremento de créditos en vigilancia sugieren que no podemos relajarnos. La economía española, aunque ha demostrado resiliencia, sigue siendo vulnerable a los cambios en el entorno macroeconómico. Adicionalmente, el país afronta una crisis de vivienda que de desbloquearse a través de la necesaria liberación de suelo, podría incrementar la concesión de crédito hipotecario y en consecuencia la exposición al riesgo. Los próximos años serán cruciales para mantener la estabilidad de este indicador.
El futuro dependerá en gran medida de cómo las familias manejen sus finanzas en un entorno de tipos de interés altos y de cómo los bancos gestionen los préstamos problemáticos. De seguir el camino de moderación, la economía española podría continuar con un crecimiento sostenido, pero cualquier cambio imprevisto en la dinámica económica podría transformar este panorama, convirtiendo una tasa de morosidad moderada en un freno para el crecimiento económico.