
Dice la sabiduría popular que los extremos se tocan, y posiblemente pocas veces en la historia se ha cumplido con tanta exactitud como en el caso de la extrema derecha y el sanchismo gobernante en esta nuestra Celtiberia Show como la definió el maestro Luis Carandell. Porque si no tuviéramos ya suficiente con el apoyo argumental y electoral que Pedro Sánchez recibe permanentemente de Vox y de Abascal, ahora viene desde EEUU Donald Trump, que tanto monta, para echarle un cable y ofrecerle la baza del enemigo exterior en forma de aranceles para difuminar ante la opinión pública y la publicada los problemas judiciales y la presunta corrupción en los negocios de su esposa, su gobierno, su partido y su gobierno.
Cable que como maestro de la propaganda y la supervivencia Sánchez aprovecha la DANA arancelaria del trumpismo para venderse como salvador de la economía patria y adalid de unas empresas a las que sus políticas laborales y fiscales y su gobierno torpedean deteriorando la productividad, la competitividad y la creación de empleo y de riqueza. El mismo Pedro Sánchez que, con la que está cayendo, se escapa a China -siempre buscando el abrazo de las dictaduras- sin permiso de la UE. Un país, el gigante asiático, con el que España aumentó su déficit comercial en 1.000 millones de euros en 2024, hasta 37.706 millones de euros, una cifra histórica que supone el 94% de nuestro déficit comercial total. Que busca utilizar a España como vía para inundar con sus productos los mercados de la UE para compensar las pérdidas en EEUU y que pretende implantar en las Canarias su plataforma de acceso a sus negocios en África y América Latina.
Y mientras intima con Xi Jinping, Sánchez nos deja un decreto de supuestas ayudas a las empresas afectadas por la paranoia arancelaria que viene desde Washington. Medidas que ha pactado con Junts a imagen y semejanza de los nacionalistas catalanes, despreciando una vez más la igualdad entre los españoles para dejar el 25% de los presuntos recursos sólo para las empresas catalanas. Y lo hace alardeando de que sus principios no están en venta. Dime de qué presumes y te diré que careces que dice el refranero, y si no que le pregunten a Puigdemont, Junqueras, Bildu y compañía.
Y hablamos de supuestos ayudas porque de los 14.100 millones anunciados son o créditos o avales del ICO y CESCE que hay que devolver y reasignación de los fondos europeos que no llegan a la economía real, a las empresas y a los ciudadanos, como los prometidos a los damnificados por el volcán de La Palma o a los de la DANA de Valencia. Nada de rebajas de impuestos, ni de eliminación o reducción de los trámites administrativos y, ni siquiera un plan de competitividad industrial. En definitiva, propaganda y demagogia. Al tiempo.
Como ya apuntamos tras la toma de posesión del mandatario norteamericano, cuando Sánchez se enfrenta a Trump confronta con su propio espejo. Arrogancia, soberbia, desprecio a la oposición y al Estado de Derecho, carencia de proyecto ideológico, ataques a los jueces, asalto a la división de poderes, colonización de las instituciones, fobia al Parlamento, rechazo a los controles democráticos, falta de escrúpulos y pactos contra natura.
Una suerte de populismo interesado y un intervencionismo en la política que también se traslada a la economía en perjuicio del libre mercado y de la libertad de empresa, con la diferencia que mientras el mandatario americano, nos atraca con aranceles el inquilino de La Moncloa nos asfixia con impuestos. Hasta 94 subidas de impuestos y cotizaciones ha hecho Sánchez en siete años de gobierno que a efectos de la sociedad producen un efecto similar al de un arancel interno en lo que se refiere a inflación, precariedad laboral y empobrecimiento general. Los dos jefes de gobierno muestran también una alta capacidad para fomentar la polarización social y para controlar y manipular el mensaje y el relato. Todo para mantenerse en el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Así son y así parecen.