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Sun, 11 May 2025 11:25:52 +0200
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Estas tres mujeres no han dinamitado el Vaticano, pero lo han inclinado levemente hacia la luz. No reclaman poder, pero lo ejercen. No se declaran profetas, pero huelen a tiempo nuevo. Y si algún día la Iglesia se atreve de verdad a cambiar, será porque ellas ya estaban ahí, desde antes, esperando en silencio a que las escucharan. Entraron sin hacer ruido. No tocaron las puertas, ni alzaron la voz, ni vistieron la púrpura. Llegaron con la firmeza de quien sabe que lo sagrado no necesita anunciarse. María Lia Zervino, Yvonne Reungoat y Raffaella Petrini no tenían reservado un lugar entre los tronos cardenalicios, pero se lo hicieron. Como si el Espíritu, cansado de varones solemnes, hubiera decidido vestirse de falda y razón.