Economía

España cae en la trampa del edadismo: la mitad de la mano de obra supera los 45 años

Oficina de empleo en Madri

El 49,7% de la población activa española, es decir, el total de la mano de obra disponible (incluyendo ocupados y desempleados) superaba los 45 años, el ecuador de su vida laboral, en el primer trimestre del año. Este porcentaje es un récord de la serie histórica, que arranca en 2002, cuando la tasa era 20 puntos inferior. Y, con ello, indica un serio desafío para la creación de puestos de trabajo, la reducción del paro y la capacidad de nuestras empresas para encontrar trabajadores. La trampa del 'edadismo' en la que ha caído la economía en las últimas décadas pone en jaque el futuro del empleo en nuestro país.

Según los datos de la EPA del primer trimestre, el porcentaje de ocupados sénior llegaba a los 50,7% y el de los parados al 41,5%, en el primer caso se trata también del registro más alto alcanzados nunca, mientras que en el segundo la tendencia alcista parece haberse estabilizado en los últimos dos años. Una evolución que ilustra la paradoja que supone gestionar el empleo y las oportunidades laborales en un modelo productivo pensado para una demografía muy diferente.

Las empresas se encuentran con el problema del 'relevo' de sus plantillas. Tradicionalmente, este proceso se ha hecho vía despidos, regulaciones de empleo o programas de 'bajas incentivadas'. La estrategia, impulsada durante la reconversión industrial de grandes empresas públicas en los años 90, se había convertido en una práctica también consolidada en el sector privado, sobre todo en tecnológicas y la banca. Hasta el punto de que en 2010 el entonces ministro de Trabajo socialista Celestino Corbacho hablaba abiertamente de "cultura de la prejubilación".

Esta modelo de optar por la salida de los veteranos como primera opción siguió siendo la norma durante la crisis financiera, pese a que los ejecutivos de PSOE y PP llegaron a impulsar multas a las empresas que despidan a sus séniors. Aunque su efecto ha sido limitado, ya que solo afecta a las grandes empresas que hagan estos ajustes teniendo beneficios. Pero el resto de los desempleados de esa edad se encontraban en esa situación desde un punto de partida mucho menos ventajoso.

Así las cosas, en el momento en el que la Gran Recesión tocó fondo y el empleo empezó a recuperarse, el paro entre los mayores de 45 años lo hizo a menor velocidad que el resto, lo que explica que haya ganado peso, rebasando el de los colectivos más jóvenes. Aunque su incremento parece haber tocado trecho, sigue suponiendo uno de los principales lastres para la reducción del paro. Pero esto nunca se tradujo en un rejuvenecimiento de las plantillas. Todo lo contrario.

La trampa del edadismo

Múltiples factores explican esta contradicción, pero se pueden resumir en que las empresas no contratan a seniors, pero tampoco encuentran a jóvenes para ocupar sus puestos. Es algo que afectan todos los sectores, si bien su impacto ha sido más amplio en la industria, la construcción y los servicios auxiliares, así como a las administraciones, a pesar de la hiperinflación de ofertas públicas de empleo de los últimos años.

El envejecimiento de la mano de obra no es un desconocido para los gobiernos españoles. Su receta siempre ha pasado por impulsar la llegada de trabajadores foráneos, si bien se vieron frenadas por la Gran Recesión. En los últimos años, se ha retomado el auge, pero, aunque los inmigrantes crean buena parte del empleo, la edad media de la mano de obra no se reduce.

La explicación es que la demografía también afecta a los foráneos. La edad media de los extranjeros también crece, a un ritmo incluso superior al de los nacionales. Además de la demografía, los cambios políticos, económicos y educativos en los países de origen hacen que el perfil profesional del inmigrante sea diferente, y no encaja con los sectores que, tradicionalmente, más han dependido de ellos –en especial, hostelería, construcción y agricultura–.

Aunque el porcentaje de parados menores de 45 años es menor que el de ocupados, con un 41,5% sería un error minimizar el problema. Sobre todo, cuando la otra referencia en términos de desempleo, el registro de parados que cada mes publica el SEPE eleva su peso al 57,4%.

La discrepancia es que la EPA recoge más datos de parados jóvenes, que tienen menos incentivos para inscribirse en las oficinas de empleo por contar con menos posibilidades de acceder a una prestación. Esto lleva a la idea de que el paro sénior viene 'alimentado' por prestaciones y subsidios y sus beneficiarios no tienen voluntad real de encontrar empleo. Aunque subsistan con un subsidio de 480 euros.

Víctimas del paro 'extremo'

Los datos del INE, que salen de una encuesta directa a los trabajadores, incluyen un dato que puede arrojar algo de luz a esta polémica. El 23% de los parados contabilizados por la EPA en el primer trimestre llevaba más de dos años buscando empleo. Suman 655.800, la menor cifra desde 2010, lo que constata que la recuperación del mercado laboral ha propiciado un retroceso en el desempleo de muy larga duración. Pero esta evolución tiene un punto oscuro: el 63,1% de estos parados 'extremos' tienen más de 45 años. Ambos porcentajes marcan su máximo de la serie histórica.

El paro de larga duración es la variable que mejor refleja la eficacia de las políticas activas de empleo. Se considera que una persona que lleva menos de un año en desempleo puede encontrarlo con mayor facilidad por sus propios medios, pero según se supera este límite, más ayuda necesita. En concreto de los servicios públicos de empleo. En este sentido, que el porcentaje de parados seniors de muy larga duración crezca indica que algo falla en el diseño de las actuaciones. Pero la causa puede estar mucho más profundamente enquistada en la economía.

El análisis de la EPA arroja otro dato llamativo. El 35,7% de los parados de 45 o más años caen en el grupo de los de muy larga duración, frente a la media general del 23% y el 20,1% de los que quedan por debajo de esa edad. Un porcentaje que a lo largo de la serie histórica ha vivido importantes fluctuaciones, durante la crisis financiera llegó al 56%, pero antes de la Gran Recesión llegó a bajar hasta niveles del 20%. Pero en todo este tiempo, la distancia con la tasa que registran los más jóvenes se ha mantenido.

Es decir, un sénior siempre ha tenido más posibilidades de caer en el paro de larga duración que cualquier otro trabajador, por mucho que su evolución fluctúe según el ciclo económico. El hecho de que hay más activos en esa franja de edad no ha corregido este desequilibrio, es decir, no ha mejorado sus posibilidades de salir del desempleo.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky