Economía

España contrata más fijos que nunca, pero con una de las peores 'tasas de supervivencia' de Europa

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El 94,5% de las personas ocupadas en el último trimestre del año seguían trabajando en el primero, según los últimos datos de la Estadística de Flujos de la Población Activa (EFPA). Un indicador que se sitúa en niveles máximos de la serie histórica, algo que se podría interpretar como un éxito de la última reforma laboral, si no fuera porque el dato sigue lastrado por una elevada volatilidad que hace que el registro de nuestro país se mantenga entre los peores de la Unión Europea. De hecho, pese al récord de contratación fija es el mercado laboral que más trabajadores manda directamente al paro cada trimestre.

El Ministerio de Trabajo ha convocado a un grupo de expertos para analizar los resultados de la norma aprobada a finales de 2021, aunque si su trabajo se centra en la temporalidad contractual, es decir, el porcentaje de ocupados con contratos eventuales sobre el total, el balance es indiscutible: esa tasa se ha reducido en diez puntos tras el cambio legal (del 25,6% al 15,1%). Pero en ese periodo la tasa de 'supervivencia' en el empleo ha mejorado apenas nueve décimas.

Hay que tener en cuenta que los datos de la EFPA solo reflejan que la personas sigue trabajando de un trimestre a otro, no que sea en la misma empresa, ni su tipo de contrato. Esto explica varias peculiaridades de su evolución histórica. La principal es que la continuidad en la ocupación parece completamente desconectada de la temporalidad contractual (y de un efecto directo de la última reforma laboral).

En este sentido, conviene hacer un repaso a lo ocurrido en los últimos quince años. Se considera que la Gran Recesión tocó fondo en 2012, cuando se aprobó la anterior reforma laboral que tuvo un efecto inverso a la de 2021: se produjo un repunte de los asalariados con contrato eventual (que para entonces que llevaban una década reduciéndose lentamente). Aunque el mercado de trabajo empezaba a levantar cabeza, la precariedad no se reducía.

La norma del Ejecutivo del PP actuó en diversos frentes, empezando por el coste del despido, pero no limitó la firma de contratos temporales, con la idea de que la prioridad era consolidar la recuperación del empleo antes que reducir las posibilidades de hacer contratos temporales, si bien la idea estuvo sobre la mesa e incluso Mariano Rajoy la incluyó en su pacto de investidura con Ciudadanos en 2016.

Pero este paso no se dio hasta 2021, con una visión muy diferente, eso sí, pilotada por la ministra de Trabajo de Unidas Podemos, Yolanda Díaz, que logró lo que su predecesora, Fátima Báñez no consiguió casi una década antes: un acuerdo con patronal y sindicatos. De hecho, aunque las discrepancias son constantes en otros ámbitos, como el SMI o la reducción de jornada, los interlocutores sociales siguen defendiendo en bloque aquel acuerdo.

Pero, como decimos, una cosa es que haya más personas con contrato indefinido que nunca y otra que la ocupación sea más estable. Esto no depende tanto de la legislación laboral como del contexto económico, y el análisis de los datos históricos confirma claramente este extremo: tras tocar fondo en 2009 y volver a caer entre 2012 y 2013, se registra un incremento intenso de la tasa de supervivencia. Aunque, comparando con los datos de temporalidad, se puede deducir que un abultado porcentaje de estos ocupados eran eventuales.

Esto explica la elevada volatilidad estacional de estos datos que alcanza su máximo en la pandemia, cuando el frenazo de la actividad hunde el mercado laboral y con él la tasa de permanencia de la ocupación: la intensidad con la que esto ocurre solo se explica por el elevado peso de contratos temporales. Pero con el rebate de la actividad también se produce el de los empleos, que para cuando, se ultima la reforma laboral, ya estaba en máximos.

¿De qué ha servido la reforma laboral?

¿Cuál es el impacto de la norma? En el gráfico que acompaña estas líneas se aprecian dos líneas diferentes y, en apariencia, contradictorias: una, con datos trimestrales, refleja la mencionada volatilidad según la época del año. La segunda, calculada como media móvil de cuatro trimestres muestra una tendencia a más largo plazo descontando la estacionalidad.

Pues bien, la imagen obtenida deja claro que la tendencia es hacia una mejora de la supervivencia en el empleo se mantiene, pero la volatilidad sigue tan intensa como antes. Un mayor peso del empleo fijo debería haber provocado lo contrario. Es decir, hay más contratos fijos que nunca, pero parecen haber heredado la volatilidad de los temporales que han reemplazado. Algo que apunta claramente a los fijos discontinuos, pero también a los indefinidos ordinarios.

El análisis de la Estadística de Flujos de Población Activa se suele centrar en las entradas y salidas de la ocupación, es decir, los trabajadores que pasan a ser parados o inactivos y los que recorren el camino inverso. En el primer trimestre de 2025, un 2,8% de los ocupados en los tres meses anteriores acabaron en paro, mientras que un 2,7% se convirtieron inactivos.

Es una situación inédita en la Unión Europea, donde lo habitual es que muchas más personas que salen de la ocupación pasen a la inactividad antes que el paro. Es también lo que ocurría en nuestro país antes de la Gran Recesión, si bien la crisis cambió radicalmente las cosas.

Desde entonces la tasa de ocupados que acaban en el paro se ha reducido (si bien sin llega a los niveles previos a la crisis financiera). Que aún hoy superen a los inactivos, aunque se alevemente, es otro signo de inestabilidad laboral: las personas que se quedan sin trabajo por un despido o el fin de un contrato temporal son más propensas a buscar otro, los inactivos (descontando a los que se jubilan) suelen abandonar su empleo por motivos los mismos motivos que les hacen más complicado buscar otro. En cualquier caso, como hemos contado en elEconomista.es, la temporalidad sigue siendo la primera causa de baja de afiliación a la Seguridad Social.

Como los paraísos nórdicos

Tampoco podemos olvidar que partimos de la tasa de paro más alta de la Unión Europea. Esto hace que el 'stock' de parados e inactivos que no participan en los flujos de entrada y salida del empleo sea mucho mayor.

Aun así, la evolución es positiva, lo que nos lleva a la última parte del análisis: la comparación con Europa. A cierre de 2024 (últimos datos disponibles), España era el tercer país europeo con la menor tasa de mantenimiento en la ocupación, después de Finlandia y Suecia. Sin embargo, esta tercera posición no es una mejora en el ranking.

La serie histórica de Eurostat muestra que desde 2009 España siempre ha lidiado con Finlandia por el puesto final, si bien en múltiples ocasiones ambos han sido ha sido rebasado por un tercer competidor, Suecia en esta ocasión, que solo se distancia una décima de España.

Conviene precisar que, aunque Finlandia y Suecia se pintan a menudo como 'paraísos nórdicos', sus mercados laborales afrontan serios problemas que parecen más una advertencia a nuestro país que un ejemplo a seguir. Sobre todo, en lo que se refiere a la dualidad en las condiciones de trabajo entre trabajadores nacionales y foráneos (lo que explica que sus salidas del empleo se traduzcan en entradas en la inactividad).

En lo que se refiere a España, las estadísticas muestran una mejoría insuficiente de la estabilidad del empleo. Que con un récord de ocupación se registre un elevado volumen de desempleo y una tasa de supervivencia reducida es un síntoma claro de que las cosas no han mejorado tanto como parece por el cambio del Estatuto de los Trabajadores. Si se pretende hacer un análisis riguroso que conduzca a mayores avances, habrá que empezar a tener en cuenta que la temporalidad contractual no es la única fuente de precariedad y diseñar estrategias para corregir los desequilibrios que persisten.

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